Hace una semana -es decir, el 7 de junio de 2016-, Bashar al-Asad, dio un discurso en el denominado Consejo del Pueblo, o parlamento sirio, que comenzó y terminó exactamente igual que su discurso de marzo de 2011: los diputados gritaban “con nuestro espíritu y nuestra sangre, nos sacrificamos por ti, Bashar”. No es que 2011 fuera novedoso en este sentido, lo que resulta sorprendente es que a determinados sectores les siga pareciendo que tal exaltación del líder es digna de alguna forma de democracia. Un parlamento al completo aplaude las palabras del presidente y a los defensores del progresismo del régimen les parece algo razonable, por no decir, defendible: no olvidemos que Bashar al-Asad es, a ojos de todos ellos, el único baluarte contra el terrorismo.
28 de diciembre de 2013
¿Sangre por petróleo? El triunfo del otro Imperialismo
Desde un punto de vista lógico que se abstraiga de la coyuntura y el cortoplacismo tal vez se podría decir que el antiimperialismo ha muerto, o está gravemente herido.
Una afirmación tan categórica me recuerda a la expresada en varias ocasiones por el filósofo anarquista Hussein Khazam, que no pestañea al declarar que la izquierda, como realidad material, ha fallecido también. Aunque él, lo puede comprender y ver de otro modo más global y complejo, para mí el lugar de la muerte de ambas necesidades humanas está claro, Alepo ahora, Homs ayer, Siria cada día de los últimos dos años.
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