Hace tres años residía en Siria, desde donde venir un fin de semana a Beirut era un plan con el que se soñaba toda la semana. Veníamos a Beirut a “respirar” de todo: de la presión social, de la incapacidad de expresar opiniones sobre el régimen, de las miradas de los hombres… Y ello a pesar de que Damasco, ciudad en la que pasé la mayor parte de mi estancia, se convirtió en mi segunda casa, es ahora, cuando me encuentro en Beirut, que descubro el cariño tan profundo que le tengo a la capital del país vecino.
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