Vaca Muerta es un yacimiento petrolífero que se encuentra en la provincia argentina de Neuquén, próxima a la cordillera de los Andes, a 1240 km al suroeste de Buenos Aires y alcanza una superficie cercana a los 30.000 km2 (para hacerse una idea, el tamaño de Bélgica). Es la mayor reserva de petróleo y gas no convencional del cono sur y una de las mayores del mundo. Si bien, para su explotación se precisa de la técnica de fractura hidráulica, más conocida como fracking. Alrededor de la cual se ha creado un gran revuelo a lo largo y ancho del planeta, por los efectos medioambientales perjudiciales que genera.
Pues bien, 12.000 de los 30.000 km2 están controlados por la empresa estatal YPF. Las reservas encontradas en este espacio, según los últimos sondeos, podrían llegar a multiplicar por diez las reservas argentinas, como señala Carlos Malamud (investigador para América Latina del Real Instituto Elcano)[1]. Su explotación permitiría a Argentina ahorrarse miles de millones de dólares en la importación de gas y petróleo[2]. Pero para ello es necesario invertir una ingente cantidad de dinero que varía, según los analistas, entre 25.000 y 60.000 millones de dólares.
En este punto entran en juego, tras la nacionalización de parte de YPF (para más información leer el post: “YPF, de vuelta pública”), los contactos mantenidos con distintas petroleras que ha desembocado, hasta la fecha, en el contrato que se ha cerrado con el gigante Chevron norteamericano para la explotación del yacimiento.
Sin embargo, esta oportunidad desde el punto de vista energético y por tanto estratégico para el país, se topa de frente con dos problemas interrelacionados entre sí. Las dudas que presenta desde el punto de vista medioambiental la técnica de fractura hidráulica y la oposición que presenta el pueblo Mapuche, ya que dicho yacimiento se encuentra de manera íntegra en una región que estos consideran parte de su territorio ancestral.
En cuanto a la cuestión medioambiental, son escasos los estudios que analizan la relación entre esta técnica, el fracking, y el medio en el que se producen, fundamentalmente por las trabas que ponen las empresas y gobiernos locales o regionales para que se hagan esos estudios. Si bien, un artículo científico publicado recientemente en PNAS por Jackson et al., muestra que existe una relación directa entre la fractura hidráulica y la contaminación de los pozos de agua de donde se surten las personas en la región de Marcellus, Pensilvania (EUA)[3].
Otro artículo, escrito por Maxime Robin, para la edición de agosto de 2013 de Le Monde Diplomatique en español, señala los casos que se han producido en Dacota del Norte, uno de los estados estadounidenses con mayor potencial de gas de esquisto, entre los que destaca el caso de la señora Jacki Schilke. La granja de esta, se encuentra rodeada de explotaciones petrolíferas que utilizan el fracking como técnica de extracción. Esta mujer al comprobar que las vacas de sus rebaños adelgazaban en exceso y perdían en algunos casos la cola, contrató a un experto independiente, que encontró en sus pozos de aguas varias sustancias (benceno, metano, cloroformo, butano, propano, tolueno y xileno) asociadas con frecuencia a esta técnica extractiva, aparte de importantes cantidades de sulfatos, cromo y estroncio. En su cerebro se encontraron vínculos neurotóxicos, y en su sangre, rastros de varios metales pesados.
Son necesarios más estudios para confirmar definitivamente estos efectos, pero si así fueren, se debería dejar de utilizar esta técnica con grandes perjuicios medioambientales.
Por otro lado, el pueblo Mapuche se encuentra, de unos años a esta parte, inmerso en la reclamación de autonomía administrativa de su Wallmapu, su tierra originaria (para más información leer el post “El conflicto Mapuche”). El uso de lo que consideran sus tierras con estos fines y sus consecuencias no son para nada de su agrado y les ha hecho levantarse, protestar e incluso ocupar las tierras donde se encuentra el yacimiento. Siendo víctimas de una cruel represión por parte del gobierno, como señala Jorge Nahuel, vocero de la Confederación Mapuche[4] e informativos argentinos[5]. Aparte se han empezado a encontrar casos de edificios de la comunidad Mapuche quemados, que los mapuches vinculan a miembros de seguridad de YPF[6].
Siendo así las cosas, ¿es lícito explotar unos recursos que pueden conllevar un desastre medioambiental?, ¿pueden los beneficios económicos compensar el destrozo que provoque y la expulsión de sus tierras de miles de personas?
Aquí entra en juego un viejo debate, ¿puede el progreso pasar por encima de todo o tiene límites?, ¿son primero las personas, el medio ambiente o la economía de un país?
[1] http://www.realinstitutoelcano.org/wps/portal/rielcano/contenido?WCM_GLOBAL_CONTEXT=/elcano/elcano_es/zonas_es/comentario-malamud-pacto-ypf-chevron-vaca-muerta-soberania-energetica-argentina
[2] http://www.vozpopuli.com/empresas/30269-kirchner-pisa-el-acelerador-en-vaca-muerta-ante-el-colapso-energetico-y-financiero-de-argentina
[3] El artículo completo (en inglés): http://www.pnas.org/content/early/2013/06/19/1221635110.full.pdf+html